Como seguramente habréis adivinado, dejé de escribir porque dejé de ser aupair, y aunque ha sido una sensación agridulce la de volver a casa antes de lo que esperaba, tengo que decir que en realidad ha sido más fácil de lo que creí que lo sería.
Podría pasarme horas explicando la razón de mi vuelta a casa inesperada, pero ésta es la parte en la que me atascaba al escribir, por lo que he pensado que haré una lista de las razones sin entrar demasiado en ello. Porque en realidad, no ha habido ningún drama que haya precipitado mi vuelta, sino que ha sido un cúmulo de factores que ha demostrado que en realidad no tenía mucho sentido que siguiese donde estaba. Así que, aquí va mi lista de razones (de antemano os pido perdón por ésta forma tan rara en la que os voy a contar todo esto).
- Después de Navidades, cuando volví, ya nada era tan excitante como al principio. Cuando en Agosto me mudé con mi familia de acogida, tenía por delante toda una experiencia que vivir y descubrir. Conocer sitios nuevos, hacerme al día a día con los niños, aprender cosas sobre la cultura francesa, hacer nuevas amistades... Pero cuando volví después de las Navidades me encontré con la misma rutina que había vivido durante los cuatro meses anteriores, sólo que sin la excitación del principio.
- Mis mejores amistades se habían ido. Puede que esto suene infantil y absurdo, pero antes de Navidades tenía un grupo de amistades con el que me juntaba todos los días, con las que podía hacer de todo y con las que desahogarme cuando algo iba mal. Pero cuando volví, las únicas que quedábamos eramos una chica que no tenía coche y dependía de nosotras para poder quedar y que tenía un horario tan diferente que hacía que no pudiésemos hacer demasiados planes juntas, otra chica que vivía a unos 20 minutos en coche de nosotras, y otras dos chicas que con el tiempo se habían ido distanciando.
- El invierno en el norte es duro. Puede que esto suene absurdo cuando solo estaba a 1000km al norte de donde vivo, y sobre todo teniendo en cuenta que tengo una amiga viviendo en Noruega que me cuenta lo difícil que es el clima nórdico. Pero volver más triste de lo que me había ido y encontrarme con que a las 16:00 ya empezaba a anochecer y con que el frío que hacía impedía hacer la mayoría de las cosas que hacíamos, no fue fácil.
- Venir a casa y recordar lo que es la vida aquí. Vivir en el extranjero es algo excitante y algo que sin duda opino que todo el mundo debería hacer por algún tiempo, pero en ningún lugar se está como en casa. Ojo, no digo que casa tenga que ser el edificio, pueblo o país en el que naciste, sino que en lo que sientes como tu hogar, y no llegué a sentir a Francia como mi hogar en ningún momento. Volver a casa y sentirte comprendida, arropada, ver que las cosas son tan fáciles como poder entenderte (en idioma, en gestos, en costumbres...) con todo el mundo, ver a quienes siempre te han querido, y volver a alejarte de ello es difícil.
- Yo ya había vivido la experiencia de vivir en el extranjero. Ya lo había mencionado en otras ocasiones, pero lo pongo otra vez para quien no lo supiera. Cuando tenía 17 años me fui a los Estados Unidos a pasar un año como estudiante de intercambio. Y ese año alejada de mi hogar, descubriendo otra cultura, aprendiendo otro idioma, conociendo a gente increíble ya me quitaron ese gusanillo que, creo, tenemos todos y nos hace querer recorrer mundo. Ya me había saciado de esa necesidad de independencia y de explorar.
- La familia sentía que no me necesitaba tanto como al principio. Creo que todo empezó el día en el que le comenté a los padres de los niños que el pequeño había dado sus primeros pasos conmigo. Vi que la madre, aunque intentó disimularlo, se sintió fatal cuando se lo conté, y yo me sentí fatal por haberlo hecho. ¿Qué me costaba a mí no decir nada y dejar que cuando diese los primeros pasos delante de los padres ellos pensaran que habían sido sus primeros pasos? Simplemente no lo pensé. La madre de los niños me había dicho que en un par de años pretendía buscar una reducción de jornada y así poder estar todas las tardes con los niños, pero poco después de aquello empezó a buscar un trabajo que le permitiera estar más en casa, y en poco tiempo consiguió tener un día a la semana libre y volver antes a casa otros días. Todavía nos apañábamos, pero mi presencia era cada vez menos necesaria, y aunque la madre estaba encantada de tenerme para que le echara una mano, ya no dependían de mi como lo hacían antes.
Y al final, cuando la madre notó que me sentía triste y que no me adaptaba tan bien como lo había hecho la primera vez me propuso lo siguiente: me ofreció volver a casa para un par de meses y así decidir si quería volver a Francia para pasar otros cuatro meses con ellos o si quería quedarme aquí definitivamente. Cuando me lo propuso no dudé demasiado, hice las maletas y volví a casa. Sabía que me vendría bien, ya que incluso si decidía volver, las cosas serían más faciles, porque por un lado me libraría de lo más duro del invierno y por otra, habría tenido tiempo de pasar algo más de tiempo en familia.
Pero como todo el mundo sabía decidí no volver, y aquí sigo. Y no me va mal. He encontrado trabajo, sigo estudiando Francés, estoy cerca de los que quiero, sigo hablando tanto con la familia como con los amigos que hice allí y tengo un recuerdo increíble de los 5 meses que pasé como aupair.
Y corto aquí porque no quiero aburriros. Hoy os he contado las razones que me hicieron volver, porque no me parecía justo dejar el blog así. Y en otra entrada que haré pronto (espero), os comentare como me siento, si echo de menos a la familia, como fue la vuelta a casa, como reaccionó todo el mundo...
¡Hasta ponto!