Como ya os he contado, mi novio vino a visitarme la semana pasada, y hemos pasado siete días geniales juntos. Pero como todo lo bueno, esto también llego a su fin... Y ha sido una montaña rusa de emociones.
Los días que hemos pasado juntos han sido geniales. Hemos visitado algunos sitios, hemos aprovechado para descansar, he vivido mi rutina francesa en su compañía, y sobre todo hemos estado juntos como siempre; cosa que echábamos de menos más de lo que parecía.
Creo que ya lo conté, pero mi novio no se lleva muy bien con los aviones, por lo que para venir a visitarme se ha hecho más de 900km en coche. Salió un jueves de madrugada y llegó a la tarde. El camino fue largo y aburrido para él, pero la espera tampoco fue fácil para mí. Saber que estaba solo en la carretera, conduciendo todo ese porrón de kilómetros, sin haber podido descansar lo suficiente la noche anterior... Me pasé las horas desde que me desperté hasta que por fin llegó con los nervios a flor de piel. Pero cuando me dijo que estaba llegando, salí fuera y le vi llegar en coche, la sonrisa mas boba que jamás he tenido se me puso en la cara. No podía parar de sonreír, y en cuanto bajó del coche lo abracé una y otra vez, sin llegar a creerme que estaba aquí. No sólo era el hecho de que llevábamos un tiempo sin vernos (porque en realidad era poco más de un mes, y no es tanto), sino el verle en éste escenario que es mío y en el que no hay nadie de la vida que llevo en casa; como un niño que se encuentra con su profesora por la calle y le cuesta asumir que la está viendo fuera del colegio, a mí me costaba asumir que tenía a mi novio aquí conmigo.
Y así fueron los días, volando, más rápido que cualquier otro día que haya pasado aquí. Y llegó el momento de la despedida. Ya desde la noche anterior sentía un nudo en la garganta, y como el primer día que vino a visitarme, lo abrazaba y lo besaba a cada momento, queriendo convertir los segundos en horas y sin querer que llegara el momento de su vuelta a casa. Pero como era inevitable, la mañana siguiente llegó.
Desayunamos y nos preparamos a toda prisa porque tampoco teníamos tiempo de sobra y queríamos poder despedirnos tranquilamente. Aguanté las lágrimas hasta que metimos las cosas en los coches, pero en cuanto empezamos a despedirnos empecé a llorar. Hacía un mes que no derramaba una sola lágrima, pero volver a despedirme de él (aunque sólo fuera por un par de semanas, cosa que en realidad no es nada), se me hizo más duro de lo que creía. Y ésta vez incluso él soltó alguna lágrima, cosa que no hizo cuando nos despedimos la primera vez que partí para Francia. Entre abrazos y besos nos despedimos y él salió en su coche y yo me quedé en el mío un par de segundos para poder recomponerme de todo. Pero cuando salí y me acerqué al primer cruce, ahí lo vi en su coche, esperando a que el GPS pillara señal. Así que nos volvimos a despedir, y en cuanto tiré para adelante y dejé de ver su coche volví a recaer en un mar de lágrimas; ya me había despedido de él y no esperaba volver a verle hasta que fuera a casa de visita en un par de semanas, así que volver a verle después de haberme recompuesto de la despedida me hizo volver a caer en el llanto.
Y como ya esperaba, cuando se fue me quedé peor de lo que estaba antes de que viniese a visitarme. Como una amiga y yo comentábamos, estás en un sitio nuevo, haciendo cosas interesantes, viviendo cosas nuevas... y tienes la felicidad (digamos que) en un 80%; pero luego recibes una visita de éstas y mientras dura tienes los niveles de felicidad al 100% y todo es perfecto, y estas con esa sensación de sentirte flotar que sientes cuando estas de vacaciones. Pero luego llega el momento de volver a la rutina, y pensando en todo lo que has hecho, vuelves a u 70 o a un 80% de felicidad, y ese bajón es lo que más cuesta asumir.
Tengo que aclarar, que mi momento de bajón solo duro unos minutos y que pronto me recompuse, aunque como otra amiga aupair que tengo aquí mencionó, ahora estoy con la "resaca post-visita". Esa sensación de vacío que te queda después de un tiempo de felicidad absoluta. Pero en nada volveré a casa a visitar a mi familia, a mis amigos y a volver a ver a mi novio, por lo que ahora me queda disfrutar de éstos días que tengo aquí antes de que lleguen las vacaciones y vuelva de visita a casa.
¡Mucho ánimo Enara! :)
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